Ecuador sin brújula
Carlos Alberto Montaner
El presidente ecuatoriano Rafael Correa va cuesta abajo. según
la última investigación (Cedatos-Gallup), sólo el 41% apoyaría
el extravagante texto constitucional que sus partidarios van
forjando lentamente en el pueblo de
Montecristi. Necesita el 50% para que se apruebe.
Ha dicho que, si fracasa, abandonará
aclarado si volverá a enseñar en la universidad, donde no dejó
una huella memorable, o si se dedicará a cantar y tocar la
guitarra, actividades que practica con más talento que Abdalá
Bucaram, otro músico que pasó por el Palacio de Carondelet, al
que derrocaron acusándolo de loco, poco después de que
perpetrara un CD de rock and roll con la complicidad de un
conjunto uruguayo llamado Los Iracundos.
El CD era una prueba irrefutable de los cargos que le imputaron.
Parece que la constitución que están redactando los patricios
Ecuatorianos es un adefesio socialista cargado con la noble
intención de hacer justicia social y lograr la felicidad
espiritual y corporal de las personas, incluida la delicada
región inguinal.
Hace pocas fechas, una señora se empeñaba en consagrar los
derechos de las mujeres, sin olvidar el de disfrutar de los
placeres sexuales. Nunca supe si se aprobó su propuesta, pero a
mí, francamente, me pareció razonable. Una de mis heroínas
predilectas es Mary Wollstonecraft, quien planteó eso mismo en
Inglaterra a fines del siglo XVIII. Alguna vez, hasta pensé en
novelar su interesante vida.
Toda dama frígida merece una pensión del Estado por su
injustificado sufrimiento.
Pero hay más locuras, como explica, azorado, el analista Walter
Spurrier.
Uno de los aportes de las etnias indígenas al texto
constitucional que se prepara consiste en que la economía se
guíe por el principio del sumak kawsay, una ancestral
filosofía del desarrollo que entiende que el ''buen vivir''
radica en la convivencia armoniosa con la naturaleza, lo que
necesariamente excluye el progreso y el consumismo, dos
depredadoras actitudes que destruyen el hábitat en el planeta.
¿Como sustentan esa dulce visión precolombina de la sociedad
los ilustres legisladores ecuatorianos en nuestros días? Muy
fácil: en el pensamiento de los filósofos radicales europeos
Iván Illich y Serge Latouche. Lo revolucionario no es
crecer, sino decrecer. Involucionar. Huir de la demencia
occidental. Una tontería, por cierto, que hace ya muchas
décadas también formuló Gandhi cuando defendió el regreso a
la rueca y el abandono de la búsqueda del progreso como
objetivos para la nación que se proponía fundar.
Pobres ecuatorianos. Ecuador es una nación preciosa,
potencialmente riquísima, ocupada por una clase dirigente
tenazmente empeñada en agravar los problemas que padece la
sociedad. Si la nueva constitución ''social y solidaria'' es
aprobada, seguramente la promulgarán en el Congreso Nacional
ante el enorme mural de Oswaldo Guayasamín, un exitoso pintor
expresionist de filiación comunista que trató de exterminar
al imperialismo yanqui acaparando todos los dólares que se
ponían a su alcance. El mural se titula, precisamente,
Historia de la constitución del Ecuador, y en él se denuncia,
entre otros horrores, a
de todos los males que aquejan al país.
Cuando el profesor Rafael Correa fue elegido presidente, dos de
los argumentos que se esgrimieron a su favor fueron su buena
formación universitaria y su condición de católico
practicante. El señor Correa había hecho estudios
postgraduados en la Universidad de Lovaina (Bélgica),
Una antigua y prestigiosa universidad católica, y luego había
obtenido un doctorado en una institución norteamericana de
Illinois.
El señor Correa sabía de economía. Lo que nadie se preocupó en
averiguar es cuáles eran sus
ideas sobre la naturaleza humana, la libertad, la tolerancia,
el pluralismo, la democracia, la historia, la justicia, o la
dignidad del otro, sin percatarse de que los conocimientos,
distorsionadamente integrados en una estructura de valores
disparatada, administrados con una dosis enorme de arrogancia
y falta de sensatez, pueden dar lugar a las conductas más
perjudiciales.
¿En qué va a parar este nuevo sainete latinoamericano?
Obviamente, en otra frustración de la que no parece haber
escape: si el presidente Correa tiene éxito y aprueban la
constitución, ese texto será la partida de bautismo de un
despropósito que empobrecerá sustancialmente a los
ecuatorianos durante el tiempo que se dediquen a tratar de
ponerla en práctica. Si no lo tiene y la rechazan, dentro
de un par de años (o antes) saldrá de la presidencia sin pena
ni gloria escoltado por la perplejidad y el desconcierto de sus
compatriotas. Es lo que les ocurre a los pueblos cuando han
perdido
viernes, 9 de abril de 2010
Ecuador sin brújula
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