viernes, 9 de abril de 2010

Ecuador sin brújula

 Ecuador sin brújula
 
 
 Carlos Alberto Montaner
 
 
 El presidente ecuatoriano Rafael Correa va cuesta abajo. según
 la última investigación (Cedatos-Gallup), sólo el 41% apoyaría
 el extravagante texto constitucional que sus partidarios van
 forjando lentamente en el pueblo de
 Montecristi. Necesita el 50% para que se apruebe.
 
 Ha dicho que, si fracasa, abandonará la política. No ha
 aclarado si volverá a enseñar en la universidad, donde no dejó
 una huella memorable, o si se dedicará a cantar y tocar la
 guitarra, actividades que practica con más talento que Abdalá
 Bucaram, otro músico que pasó por el Palacio de Carondelet, al
 que derrocaron acusándolo de loco, poco después de que
 perpetrara un CD de rock and roll con la complicidad de un
 conjunto uruguayo llamado Los Iracundos.
 
 El CD era una prueba irrefutable de los cargos que le imputaron.
 
 
 Parece que la constitución que están redactando los patricios
 Ecuatorianos es un adefesio socialista cargado con la noble
 intención de hacer justicia social y lograr la felicidad
 espiritual y corporal de las personas, incluida la delicada
 región inguinal.
 
 
 Hace pocas fechas, una señora se empeñaba en consagrar los
 derechos de las mujeres, sin olvidar el de disfrutar de los
 placeres sexuales. Nunca supe si se aprobó su propuesta, pero a
 mí, francamente, me pareció razonable. Una de mis heroínas
 predilectas es Mary Wollstonecraft, quien planteó eso mismo en
 Inglaterra a fines del siglo XVIII. Alguna vez, hasta pensé en
 novelar su interesante vida.
 
 
 Toda dama frígida merece una pensión del Estado por su
 injustificado sufrimiento.
 
 
 Pero hay más locuras, como explica, azorado, el analista Walter
 Spurrier.
 
 
 Uno de los aportes de las etnias indígenas al texto
 constitucional que se prepara consiste en que la economía se
 guíe por el principio del sumak kawsay, una ancestral
 filosofía del desarrollo que entiende que el ''buen vivir''
 radica en la convivencia armoniosa con la naturaleza, lo que
 necesariamente excluye el progreso y el consumismo, dos
 depredadoras actitudes que destruyen el hábitat en el planeta.
 
 
 
 ¿Como sustentan esa dulce visión precolombina de la sociedad
 los ilustres legisladores ecuatorianos en nuestros días? Muy
 fácil: en el pensamiento de los filósofos radicales europeos
 Iván Illich y Serge Latouche. Lo revolucionario no es
 crecer, sino decrecer. Involucionar. Huir de la demencia
 occidental. Una tontería, por cierto, que hace ya muchas
 décadas también formuló Gandhi cuando defendió el regreso a
 la rueca y el abandono de la búsqueda del progreso como
 objetivos para la nación que se proponía fundar.
 
 
 
 Pobres ecuatorianos. Ecuador es una nación preciosa,
 potencialmente riquísima, ocupada por una clase dirigente
 tenazmente empeñada en agravar los problemas que padece la
 sociedad. Si la nueva constitución ''social y solidaria'' es
 aprobada, seguramente la promulgarán en el Congreso Nacional
 ante el enorme mural de Oswaldo Guayasamín, un exitoso pintor
 expresionist de filiación comunista que trató de exterminar
 al imperialismo yanqui acaparando todos los dólares que se
 ponían a su alcance. El mural se titula, precisamente,
 Historia de la constitución del Ecuador, y en él se denuncia,
 entre otros horrores, a la malvada CIA, culpable, por supuesto,
 de todos los males que aquejan al país.
 
 
 Cuando el profesor Rafael Correa fue elegido presidente, dos de
 los argumentos que se esgrimieron a su favor fueron su buena
 formación universitaria y su condición de católico
 practicante. El señor Correa había hecho estudios
 postgraduados en la Universidad de Lovaina (Bélgica),
 Una antigua y prestigiosa universidad católica, y luego había
 obtenido un doctorado en una institución norteamericana de
 Illinois.
 
 
 
 El señor Correa sabía de economía. Lo que nadie se preocupó en
 averiguar es cuáles eran sus
 ideas sobre la naturaleza humana, la libertad, la tolerancia,
 el pluralismo, la democracia, la historia, la justicia, o la
 dignidad del otro, sin percatarse de que los conocimientos,
 distorsionadamente integrados en una estructura de valores
 disparatada, administrados con una dosis enorme de arrogancia
 y falta de sensatez, pueden dar lugar a las conductas más
 perjudiciales.
 
 
 
 ¿En qué va a parar este nuevo sainete latinoamericano?
 
 
 
 Obviamente, en otra frustración de la que no parece haber
 escape: si el presidente Correa tiene éxito y aprueban la
 constitución, ese texto será la partida de bautismo de un
 despropósito que empobrecerá sustancialmente a los
 ecuatorianos durante el tiempo que se dediquen a tratar de
 ponerla en práctica. Si no lo tiene y la rechazan, dentro
 de un par de años (o antes) saldrá de la presidencia sin pena
 ni gloria escoltado por la perplejidad y el desconcierto de sus
 compatriotas. Es lo que les ocurre a los pueblos cuando han
 perdido la brújula. Así está Ecuador desde hace años.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario